Alquilamos un Mazda 3 super chulo Candy, Oliver, Esther, Sheyla y yo y nos echamos a conducir por las carreteras noruegas. Los paisajes por aquí son totalmente impresionantes, con el agua que parece un espejo, los tonos otoñales de los árboles y las casitas de madera, y ninguna descripción que haga yo les hace justicia. Las fotos ayudan más a hacerse una ligera, muy ligera idea.
El sábado amaneció nublado pero sin llover mucho asi que pudimos disfrutar mucho más del camino. Llegamos hasta la punta del archipielago, a un lugar muy curioso llamado Å, que es un pequeño pueblo de pescadores cuya mayor atracción es el letrero con el nombre del sitio. Hicimos noche en Stamsund, ya volviendo hacia atrás, en unas antiguas casas de pescadores convertidas en albergue. Allí nos juntamos hasta 28 estudiantes Erasmus de aquí de Tromsø ya que nos habíamos organizado para coincidir en ese sitio. Y pasó lo que tarde o temprano iba a pasar, había una guitarra colgando de la pared que afiné a duras penas y me puse a tocar para sorpresa de los allí reunidos. En unos minutos se formó una Spanish Fiesta (eramos 9 españoles) y fué una de las noches más divertidas desde que llevo aquí.
El domingo, ya de vuelta a casa, nos dimos un homenaje entrando a comer en un buffé libre de pizza por unos 12 € en un pueblo llamado Harstad que ya casi parecía ciudad. Más tarde nos pilló una nevada en las montañas con lo que ibamos pensando en dormir en alguna cabaña en un camping pero como estábamos cerca de casa el plan derivó a otro mucho mejor. Usufructuamos unos maderos de una casa al pie de la carretera y nos fuimos a un pequeño claro en el bosque a hacer una hoguera a la luz de las estrellas y las auroras boreales mientras las nubes nos dejaron. Poco después, a eso de las 2 de la noche, acabaría nuestro viaje con esa mezcla entre tristeza y alegría por volver al hogar.